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Hombres de Yale

He leído un libro que me ha resultado muy agradable. Se trata de “Theophilus North” , una fábula amable escrita por Thornton Wilder (1897-1975). La trama se desarrolla, en 1926, en Newport (Rhode Island, USA). Newport se puso de moda, a principios del siglo XX, como residencia de verano para las familias más ricas de los Estados Unidos. El protagonista de la novela (Theophilus North) es un joven profesor, en una especie de año sabático, que se instala en la localidad y se dedica a dar clases de tenis y ejercer de lector para algunos de los acaudalados habitantes del lugar.  La novela está escrita al final de la vida de Wilder, en 1973, y tiene obvios tintes autobiográficos. Wilder, como North, había estudiado en la Universidad de Yale y era originario de Madison (Wisconsin). Además, hay un detalle más que interesante. Wilder tuvo un hermano gemelo que nació muerto y al que sus padres habían decidido llamar Theophilus. Mr North resulta ser un trasunto, ennoblecido y mitificado, del prop
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Un lector de Borges

A lo largo de toda mi vida, en muchas ocasiones, me he recitado frases o citas de Jorge Luis Borges. Recurría a ellas como mantras, creo que para conjurar mis fantasmas, mis miedos o, tal vez, mis esperanzas. Era como un anclaje a una realidad conocida, el territorio en el que alcanzaba la seguridad. La literatura puede ser perfectamente asimilable a un ámbito real en el que cada uno de nosotros transita. Tiene, además, una cualidad muy importante; se trata de una estructura cerrada. Borges murió; su obra es un escenario que cobra vida cuando se aborda la lectura de sus escritos.  Muchas de las citas me resultaban comprensibles, sabía lo que en ellas se invocaba. En otros casos la importancia residía, en exclusiva, en la eufonía. Como cuando, en la infancia, aprendía las oraciones religiosas sin comprender su significado. Las palabras, las frases, se convertían en conjuros. Una de las citas (de “Inquisiciones” ) se refería a un escrito del médico inglés Thomas Browne (1605-1682), “Urn

Zenón de Elea. La paradoja de Aquiles y la tortuga

“ Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta. En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones. En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.” La tortuga y Aquiles, Augusto Monterroso (1921-2003).  La cita es una (muy) divertida reflexión sobre una de las paradojas de Zenón de Elea (c.490-430 a.C.). Zenón, discípulo de Parménides, pertenece a la heterogénea mezcla de lo que llamamos “presocráticos” ; un conjunto de pensadores que abrieron las puertas a la interpretación del mundo.  Aquiles curando a Patroclo, herido por una flecha. Fondo de un kylix ático, c. 500 a.C. Jorge Luis Borges, por razones que luego veremos, ha comentado en muchas ocasiones esta paradoja de Zenón. En concreto, en “Discusión” (1932) le dedica un par de ensayos en exclusiva. En uno de ellos, en primer lugar, expone la paradoja “inmortal” : “Aqu

Avida Dollars, la obra de arte y el "kitsch"

En “Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay” (Michael Chabon, 2000.Premio Pulitzer 2001) hay una escena en la que aparece Salvador Dalí. Se relata una fiesta en honor del propio Dalí que se celebra el 24/10/1940, último viernes antes del cierre de la Feria Mundial de Nueva York (1939-1940). Dalí había participado como diseñador del pabellón “El sueño de Venus” ; se trataba de un delirio surrealista que contenía una abigarrada mezcla de artefactos modernos junto a motivos submarinos, incluidas sirenas. Por supuesto el pabellón motivó problemas con el comité de control de la Feria por algunos elementos (las “sirenas” ) que se consideraban “vulgares, indecentes u ofensivos” .  Portada revista New Yorker, 24/02/1940. El sueño de Venus, Dalí. Con anterioridad, en 1939, Dalí había decorado escaparates en la famosa tienda de Bonwit-Teller en la Quinta Avenida; allí protagonizó una querella con la dirección porque modificaron sus diseños. En la fiesta citada, Dalí está vestido con un traj

Superman. Un presente inmóvil.

En abril de 1938 llegó a los quioscos norteamericanos el primer número de Action Comics. Estaba fechado en junio de 1938 para que pudiera permanecer más tiempo a la venta. Constaba de 64 páginas, dos de ellas de texto para ser considerado como una revista por los servicios postales. Contenía la primera historieta de Superman; trece páginas sobre un superhéroe, con una fuerza inaudita, que evitaba la ejecución de una mujer inocente, reprimía a un marido maltratador y luchaba contra la corrupción de un senador aliado con un lobbysta (grupo de presión). Realmente se hacía eco de los demonios de su época (y de la nuestra). Triunfó, se vendieron 164.000 ejemplares, el 64% de la tirada, un éxito completo. Las ventas continuaron creciendo, del número 13, junio de 1939, se imprimieron 415.000 ejemplares, y del número 16, septiembre de 1939, se vendieron 625.000 ejemplares. Cada ejemplar valía 10 centavos (2,20 dólares actuales). Su origen era extraterrestre (del planeta Krypton), pero su “alte

Harry Mulisch. Causa Penal 40/61

Hace unos años leí “El descubrimiento del cielo” (Harry Mulisch, 1992). Me deslumbró. Es una novela larga. Funciona como una especie de “thriller” metafísico, como un extraño cuento de hadas y como una novela de aventuras. Es un relato erudito con un cierto distanciamiento irónico. Me recordó, en cierta medida, a Borges. Le resultaría aplicable el comentario de George Steiner (citando a Roger Caillois) sobre el propio Borges cuando decía que en nuestra iletrada época “la erudición en sí misma es un tipo de fantasía, un constructo surrealista”. Juicio a Eichmann. Momento de la lectura del veredicto. 13/12/1961.  Harry Mulisch (1927-2010) fue, creo, el más importante escritor holandés del siglo XX. Era un hombre inquieto, amigo de la experimentación. Fue sistemáticamente acusado de arrogancia intelectual; en realidad le gustaba jugar a la provocación. Decía lo que pensaba realmente, pero a la vez, en el propio discurso, aportaba un tono irónico que insinuaba la autocrítica. Fue un eter