Los trabajos de experimentación en el ámbito del análisis histórico resultan doblemente interesantes, por lo que cuentan y, sobre todo, por las herramientas y mecanismos que utilizan. He leído uno de estos ensayos, “El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido” (Karl Schlögel, Galaxia Gutenberg, 2021). Karl Schlögel es profesor de historia de Europa del Este en la Universidad Europea Viadrina de Francfort del Oder. En la presentación de su trabajo indica que se trata de un estudio sobre la Unión Soviética (URSS). Este análisis se realiza desde un punto de vista arqueológico (y antropológico); es una investigación (o recreación) sobre cómo funcionaba la vida cotidiana en ese mundo ya desaparecido.
En la introducción encontré una palabra cuyo significado no conocía, me sorprendió e intrigó: “Una de las líneas de investigación podría describirse como «Pasando revista a una era» (título de las memorias de Heinrich Mann). Otra sigue la invitación de «leer el tiempo en el espacio». Y ambas confluyen en lo que Mijaíl Bajtín llamó el «cronotopo»”.
Einstein planteó (1905) que el tiempo y el espacio formaban un binomio indisoluble; desde entonces no fue posible percibirlos por separado. Partiendo de esta tesis, el filósofo del lenguaje Mijail Mijailovich Bajtin (1895-1975) creó un concepto, el “cronotopo” (del griego cronos-tiempo y topos-espacio). Argumentó que el espacio y el tiempo son entidades que tienen carácter objetivo, que no dependen de la conciencia del sujeto.
Su obra fue recogida, entre otros volúmenes, en “Teoría y estética de la novela” publicado en 1989 por la editorial Taurus. Esta edición se basaba en la publicada en la URSS en 1975.
Según indicó su editor ruso, en una nota introductoria, los trabajos de Bajtin sobre el tiempo y el espacio comenzaron entre 1937 y 1938. Uno de los capítulos del libro está dedicado al cronotopo, “Formas del tiempo y del cronotopo en la novela”. Lo define de la siguiente manera: “…la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura”.
Einstein planteó (1905) que el tiempo y el espacio formaban un binomio indisoluble; desde entonces no fue posible percibirlos por separado. Partiendo de esta tesis, el filósofo del lenguaje Mijail Mijailovich Bajtin (1895-1975) creó un concepto, el “cronotopo” (del griego cronos-tiempo y topos-espacio). Argumentó que el espacio y el tiempo son entidades que tienen carácter objetivo, que no dependen de la conciencia del sujeto.
Su obra fue recogida, entre otros volúmenes, en “Teoría y estética de la novela” publicado en 1989 por la editorial Taurus. Esta edición se basaba en la publicada en la URSS en 1975.
Según indicó su editor ruso, en una nota introductoria, los trabajos de Bajtin sobre el tiempo y el espacio comenzaron entre 1937 y 1938. Uno de los capítulos del libro está dedicado al cronotopo, “Formas del tiempo y del cronotopo en la novela”. Lo define de la siguiente manera: “…la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura”.
Mijail Mijailovitch Bajtin, c.1925 |
Los cronotopos en los diferentes hitos de la literatura permitirían identificar los escenarios unidos a los momentos históricos (o temporales) en que se desarrolla la acción. Es preciso tener en cuenta que el tiempo contiene dos conceptos, el tiempo histórico en que se desarrolla la acción y la duración temporal de la propia acción. Asimismo, el espacio comprende una doble característica, puede tener un carácter genérico, un viaje (por ejemplo), y un carácter más preciso, los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve dicho viaje.
Bajtin crea el concepto de cronotopo, un neologismo, para poder hacer más inteligible el mecanismo de creación literaria. Podríamos decir que, con mentalidad pre-estructuralista, intenta desglosar el trabajo literario en sus partes componentes. Una de ellas estaría ligada al espacio y el tiempo en que se desarrolla la acción. El vocablo “cronotopo” sería un “signo”, en el sentido que le da Wittgenstein, para poder crear el modelo (la proposición de Wittgenstein) sobre el que trabajar el análisis literario.
Bajtin en sus “observaciones finales” (elaboradas en 1973) explica claramente la importancia que concede al cronotopo: “El cronotopo determina la unidad artística de la obra literaria en sus relaciones con la realidad”. Y continúa: “… el pensamiento abstracto puede concebir por separado el tiempo y el espacio, ignorando su elemento emotivo-valorativo. Pero la contemplación artística viva (que también tiene su modo de pensar, pero que no es abstracta), no se para ni ignora nada. Considera el cronotopo en su total unidad y plenitud. El arte y la literatura están impregnados de valores cronotópicos de diversa magnitud y nivel. Cada motivo, cada elemento importante de la obra artística, constituye ese valor”.
Los cronotopos serían “los centros organizadores de los principales acontecimientos argumentales de la novela”. Es preciso tener en cuenta que los grandes cronotopos pueden contener, a su vez, cronotopos más pequeños. Cada motivo argumental tiene su cronotopo. Los cronotopos se relacionan, combinan y se confrontan entre sí para construir el relato final.
En definitiva, “… la entrada completa en la esfera de los sentidos sólo se efectúa a través de la puerta de los cronotopos”.
La originalidad y belleza (San Agustín decía que la “belleza es el resplandor de la verdad”) del concepto de cronotopo han provocado que se utilice en muchos ámbitos, que trascienden el intento expreso de Bajtín de restringirlo a área de la crítica literaria.
Se me ocurre que una fotografía sería uno de los cronotopos más sencillos. Contiene un escenario y expone un ámbito histórico concreto; y, en lo que se refiere al tiempo cronológico, estaría congelado, es un instante.
El profesor Schlögel aplicó (en la obra citada al comienzo) el concepto de cronotopo, tal vez en un rasgo de humor, a la cola interminable que hacían los ciudadanos soviéticos para adquirir cualquier cosa. La utopía soviética, que era también una ucronía, se orientaba hacia el futuro. La civilización avanzaba hacia “la victoria del comunismo”, pero su realidad cotidiana era “la cola”, su omnipresencia y su lentitud. El cronotopo soviético se estrellaba en el cronotopo real.
En la literatura más experimental se aprecian los cronotopos con mayor nitidez. El “Ulises” de Joyce está construido con un cronotopo muy preciso, Dublín el 16 de junio de 1904. En “El castillo” de Kafka, el propio castillo cronotópico se convierte en el “personaje” al que se enfrenta el Agrimensor K.
Otro de los campos en que se puede utilizar el cronotopo es en el cine (Profesor Abril Curto). Hay películas en los que el concepto se identifica con mayor intensidad. En “La soga” (Rope, 1948) de Hitchcock la acción transcurre en un solo cronotopo, un apartamento en una gran ciudad y con una cronología que coincide exactamente con la duración de la película. Eso mismo, identidad entre tiempo de la acción y duración de la película, acaece en “Solo ante el peligro” (High Noon, 1952) de Fred Zinnemann.
En definitiva, “… la entrada completa en la esfera de los sentidos sólo se efectúa a través de la puerta de los cronotopos”.
La originalidad y belleza (San Agustín decía que la “belleza es el resplandor de la verdad”) del concepto de cronotopo han provocado que se utilice en muchos ámbitos, que trascienden el intento expreso de Bajtín de restringirlo a área de la crítica literaria.
Se me ocurre que una fotografía sería uno de los cronotopos más sencillos. Contiene un escenario y expone un ámbito histórico concreto; y, en lo que se refiere al tiempo cronológico, estaría congelado, es un instante.
El profesor Schlögel aplicó (en la obra citada al comienzo) el concepto de cronotopo, tal vez en un rasgo de humor, a la cola interminable que hacían los ciudadanos soviéticos para adquirir cualquier cosa. La utopía soviética, que era también una ucronía, se orientaba hacia el futuro. La civilización avanzaba hacia “la victoria del comunismo”, pero su realidad cotidiana era “la cola”, su omnipresencia y su lentitud. El cronotopo soviético se estrellaba en el cronotopo real.
En la literatura más experimental se aprecian los cronotopos con mayor nitidez. El “Ulises” de Joyce está construido con un cronotopo muy preciso, Dublín el 16 de junio de 1904. En “El castillo” de Kafka, el propio castillo cronotópico se convierte en el “personaje” al que se enfrenta el Agrimensor K.
Otro de los campos en que se puede utilizar el cronotopo es en el cine (Profesor Abril Curto). Hay películas en los que el concepto se identifica con mayor intensidad. En “La soga” (Rope, 1948) de Hitchcock la acción transcurre en un solo cronotopo, un apartamento en una gran ciudad y con una cronología que coincide exactamente con la duración de la película. Eso mismo, identidad entre tiempo de la acción y duración de la película, acaece en “Solo ante el peligro” (High Noon, 1952) de Fred Zinnemann.
Un realizador cinematográfico que utiliza los cronotopos casi como personajes en sus obras es Jacques Tati. En “Mi tío”, una película que estrenó en 1958 (Premio Oscar en 1959), contrapone dos cronotopos opuestos, la casa antigua, caótica y laberíntica, de Monsieur Hulot y la casa ultramoderna en que vive su sobrino con sus padres. En Playtime (1967), la ciudad moderna se convierte en protagonista; M. Hulot transita por un cronotopo y se convierte en parte del propio cronotopo.
El inevitable Borges también utiliza con fluidez los cronotopos en toda su obra. En su relato más famoso cuenta que en el decimonono escalón de la escalera del sótano de la calle Garay se encontraba “una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, el Aleph. El Aleph sería el cronotopo infinito, el que contiene el universo entero en un solo instante, el cronotopo perfecto.
El inevitable Borges también utiliza con fluidez los cronotopos en toda su obra. En su relato más famoso cuenta que en el decimonono escalón de la escalera del sótano de la calle Garay se encontraba “una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, el Aleph. El Aleph sería el cronotopo infinito, el que contiene el universo entero en un solo instante, el cronotopo perfecto.
Bibliografía
Karl Schlögel. El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido. Galaxia Gutenberg, 2021. ISBN 978-8418807176
Mijail Bajtín. Teoría y estética de la novela. Taurus, 1991. ISBN 978-8430621941
Ludwig Wittgenstein. Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial, 2012. ISBN 978-8420671819
Abril Curto, Gonzalo. (2022). Peirce con Bajtin. Una lectura icónica de los cronotopos cinematográficos. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación. 27. 113-141. 10.5209/ciyc.80994.