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La Torre Nueva y el presunto espía inglés.

“Visítese la Torre nueva, Puerta San Felipe. Esta torre de reloj octangular fue construida para la ciudad en 1504, y se inclina mucho, desviándose de la línea perpendicular como las de Pisa y Bolonia, lo que resulta desagradable, ya que da una sensación de inseguridad que se opone a la esencia misma del principio arquitectónico. Parece estar vacilando hacia su propia caída: “¡Ruituraque semper stat mirum!”. Está ricamente adornada con ladrillo, que, a distancia, parece moro, pero es mucho más basto tanto en diseño como en ejecución.”
Richard Ford, Manual para viajeros por España y lectores en casa VII, 1845.
La Torre Nueva. A la izquierda torre iglesia de San Felipe, a la derecha Torreón Fortea. En la distancia se aprecia la torre de San Pablo.
El autor describe la Torre Nueva situada en Zaragoza. Se trataba, fue demolida en 1892, de una torre de estilo mudéjar que albergaba un reloj y campanas. Estaba situada en la plaza de San Felipe, al lado de la iglesia del mismo nombre y del palacio de los condes de Argillo (actualmente Museo Pablo Gargallo).
Tenía una planta mixta octogonal-estrellada, con una base de 5,70 m. y una altura de 80 m.
Tradicionalmente se ha considerado que la torre fue construida entre 1504 y 1506. La principal fuente para datar la torre ha sido un documento redactado en 1758, dos siglos y medio después de su supuesta fecha de construcción. No hay todavía, descubierta, documentación original en que se acuerde la construcción de la torre.
El arquitecto Javier Peña Gonzalvo, en una tesis doctoral, apunta una hipótesis muy distinta sobre el origen de la Torre Nueva. La torre habría sido construida en la época de control musulmán de Zaragoza, antes de la conquista por los cristianos en 1118. En concreto, en el siglo XI, en pleno apogeo de la dinastía de los Banu Hud, en el periodo de la construcción del castillo de la Aljafería. 
Relato sus conclusiones, producto de una minuciosa investigación, que considero muy plausibles y ajustadas a la realidad histórica.
En primer lugar, analiza los costes de construcción, que constan en el documento citado. Resultan ser excesivamente bajos para permitir una construcción tan grande y compleja. También el tiempo de construcción es anormalmente corto. 
La Torre Nueva vista desde la calle Alfonso (c.1870). J.Laurent.
En segundo lugar, constata que la torre tiene su comienzo (aparte de los cimientos) a 2,50 metros por debajo de la rasante de la plaza. Sin embargo, el Torreón Fortea, un edificio del siglo XV colindante con la torre, tiene su inicio en la propia rasante. La causa de esta diferencia se explicaría por el declive demográfico de Zaragoza a partir de 1118, con la conquista cristiana, cuya población habría pasado de 50.000 personas a 10.000 personas. Zonas enteras de la ciudad, entre ellas los barrios de San Pablo y San Felipe, quedaron abandonadas aun dentro de las murallas. La torre, que habría sido construida con anterioridad, fue cubierta en su basamento por los materiales de derribo de las estructuras aledañas, es decir, la altura del suelo fue subiendo poco a poco.
En tercer lugar, realiza un prolijo análisis de los estilos arquitectónicos (y decorativos) de la propia torre. Por ejemplo, indica que su planta estrellada es casi única en Occidente y mantiene semejanzas más que notables con torres de similares características de Irán y Afganistán (imperio de los Gaznavíes). La torre habría sido construida por razones de prestigio, como “arquitectura de poder”
También analiza los textos sobre la Torre Nueva, encontrando detalles significativos que probarían que se habla en ellos, no de una construcción “ex nihilo” sino del aprovechamiento de una torre preexistente, sobre la que se decide incorporar un reloj y campanas. En las fotografías se aprecia claramente que el reloj está enfoscado de una manera bastante burda en una ventana que se tapia. Esto sorprende al tratarse de una torre que, en teoría, se construye expresamente para ser “una torre del reloj”.
Plaza de San Felipe. A la izquierda la iglesia, a la derecha el Torreón Fortea, en el centro el Palacio de los Argillo.
Desde el primer momento la torre se fue inclinando muy poco a poco; se maneja como hipótesis (Jaime Carbonel Monguilán) la incidencia del fuerte viento, el "cierzo", habitual en la zona. Ello explicaría que la mayoría de las torres islámicas estén inclinadas  hacia el sureste (viento del noroeste). Su inclinación, con respecto a la vertical llegó a alcanzar los tres metros. Esta fue la causa de su destrucción, por el peligro que, al parecer, causaba dicha inclinación. 
Ya en 1847 los propietarios colindantes habían empezado a hacer presión para su derribo. Argumentaban posibles riesgos y necesidad de sanear el alcantarillado de la zona. Los riesgos de derrumbe fueron negados por numerosos informes. Desde luego, había intereses crematísticos. Finalmente fue demolida, entre el verano de 1892 y el verano de 1893. Un sector de la opinión pública lamentó (y lamenta) el derribo de la Torre Nueva.
En todo caso, su exclusivo uso civil (no religioso) le proporciona una notable singularidad. En la segunda mitad del siglo XV tuvieron mucho auge los relojes públicos (no religiosos), Venecia (1496), Bolonia (1444), Nuremberg (1506-1509). Se habían introducido en Alemania en el siglo anterior. Supusieron un cambio cualitativo en la percepción del tiempo, regulaban la vida en la ciudad, ya no solamente el “tempo” religioso. Inicialmente las campanas daban las horas. En seguida, a partir de la mitad del siglo XV, empezaron a dar los cuartos. El mundo se había transformado.
La Torre Nueva fue profusamente dibujada y fotografiada en el siglo XIX. El profesor Manuel García Guatas, en un catálogo sobre “Pintores británicos de la España romántica del XIX”, apuntó el hecho de que Zaragoza fue muy visitada a principios del siglo XIX por viajeros y pintores británicos. Obviamente, los sitios de Zaragoza en 1808 y 1809, durante las guerras napoleónicas, tuvieron repercusión en toda Europa. A pesar de la destrucción de la guerra, la ciudad conservaba numerosos monumentos. García Guatas indica que “Tres paisajes urbanos les atrajeron sobre otros y los refrendaron con sus escritos y dibujos: la iglesia de San Pablo por su fachada a una animada placeta, la Torre Nueva y lo que quedaba en pie del gran monasterio real de Santa Engracia.”
Biblioteca Nacional de España
Una de las imágenes más conocidas de la Torre Nueva es una litografía del famoso dibujante inglés David Roberts (1796-1864) (Ver aquí). Roberts visitó España entre 1832 y 1833; dibujó todo tipo de monumentos. Era un magnífico dibujante, pero también era muy hábil en los negocios. Muchos de sus dibujos se realizaron a partir de “bosquejos” de artistas menos conocidos. Curiosamente, su imagen de la Torre Nueva, publicada en Londres (Robert Jennings & co.) el 28 de octubre de 1837, se basaba en un bosquejo del “Lieutenant Edridge of the Royal Artillery”. García Guatas dice que seguramente Roberts no llegó a visitar Zaragoza y que, precisamente, esa es la razón de que utilizara los trabajos de Edridge. No es el único caso, hay, entre otras, una litografía de Roberts de la catedral de Valencia con nota en la que aparece la misma mención a Edridge.
El autor de los bosquejos citados, Frederick Leeds Edridge (1800-1841) fue un militar inglés, como hemos visto, teniente de la Royal Artillery y pintor aficionado. Su padre fue el Rev.Dr. Charles Lucas Edridge, capellan de Jorge III y ministro de capilla en Oxford. Nació el 13 de septiembre de 1799 en Bobbingworth (Essex). Participó con 15 años en la batalla de Waterloo. El 17 de julio de 1820 es nombrado caballero cadete en el Royal Regiment of Artillery (RRA). En la lista de oficiales del ejército consta como segundo teniente de dicho regimiento el 7 de abril de 1821. 
Fue destinado a Gibraltar, en el Sexto Batallón (RRA) entre 1830 y 1834. Murió en Woolwich, en 1841. En su obituario (Gentleman’s Magazine, 50, 1841) consta como “esq. (squire) late Lieut. R.Art.(Royal Artillery)”. Su testamento se encuentra disponible en The National Archives, en Kew. Desgraciadamente el texto, un formulario con caligrafía de época, resulta ilegible. No he localizado más información. 
De la época de su destino en Gibraltar hay numerosas pinturas (acuarelas) suyas en el Museo de Gibraltar. Tenía un notable talento artístico. Los bosquejos que se han comentado, en los que se basó Roberts, implican que realizó numerosos viajes por España en los años de su destino gibraltareño. Su condición de teniente de artillería en activo implica que dichos viajes tuvieron que ser autorizados por sus superiores. No resulta muy aventurado suponer que su actividad “artística” tenía como finalidad obtener información militar de las instalaciones españolas.
Es preciso recordar que los artilleros eran los más versados, por su formación matemática y necesidad operativa, en la elaboración de mapas topográficos. 
Vista de Barcelona. Frederick Leeds Edridge. 25/08/1833. Acuarela sobre papel. Cortesía de José Antonio Cámara, anticuario.
Existe, confeccionada por Edridge, una magnífica acuarela panorámica (tres partes) de Barcelona, desde el castillo de Montjuic, fechada en 1833 (24 y 25 de agosto), con un pormenor de las murallas y del puerto que resulta muy sugerente de su posible condición de espía. 
Precisamente en ese momento, Fernando VII estaba ya muy enfermo. Murió el 29 de septiembre de 1833. Su hija, menor de edad, Isabel II es proclamada Reina; su esposa, Maria Cristina de Borbón-Dos Sicilias ejerció de regente con el título de Reina Gobernadora. Por su parte, el hermano del rey, Carlos Maria Isidro, no aceptando la Pragmática Sanción, que permitía el reinado de mujeres, se proclamó a su vez rey, con el nombre de Carlos V el 6 de octubre de 1833, en Tricio (La Rioja). Había comenzado la Primera Guerra Carlista.
Gran Bretaña, Lord Palmerston, apoyó desde el primer momento al gobierno liberal. Incluso se permitió la intervención de una Legión de voluntarios (más bien mercenarios) británicos que fueron dirigidos al principio por el veterano de las guerras napoleónicas Sir George de Lacy Evans, que más tarde participó en la Guerra de Crimea (1853-1856) contra los rusos. 
Sir George de Lacy Evans. Roger Fenton, 1855. En la época de la guerra de Crimea. Library of Congress.
Dado el interés británico en la estabilidad de España, parece lógico calificar a Edridge de agente sobre el terreno para realizar tareas de inteligencia, tanto sobre instalaciones militares como sobre el estado de la opinión pública. Como se ha indicado, las fechas de sus viajes coinciden exactamente con el inicio de las guerras carlistas. 
No fue la primera vez, ni la última, que el Imperio Británico utilizaba excusas “culturales” para obtener información de zonas “sensibles”. Recordemos la actividad de Thomas Edward Lawrence, bajo la dirección de Leonard Woolley, en Karkemish (frontera turco-siria) en 1911, en el corazón del Imperio Otomano. Teóricamente excavaron los yacimientos hititas; pero, a la vez, investigaban las actividades alemanas en el progreso y construcción del ferrocarril Berlín-Bagdad.
Ver enlaces en texto

Agradecimientos
A Javier Peña Gonzalvo, arquitecto. Por su amable aportación del texto sobre los orígenes de la Torre Nueva de Zaragoza.
A José Antonio Cámara, anticuario. Por su autorización de uso de la acuarela de Barcelona de F.L. Edridge.

Bibliografía
Richard Ford, Manual para viajeros por España y lectores en casa VII, 1845. Turner, 2020. ISBN 978-8418428050
Javier Peña Gonzalvo. Arquitectura islámica de ladrillo y yeso de Saraqusta. 4.2 TORRE NUEVA DE ZARAGOZA. Tesis doctoral.
Manuel García Guatas. Pintores británicos en Zaragoza. Los curiosos impertinentes. Pintores británicos de la España romántica del XIX. Diputación Provincial de Zaragoza,2009. ISBN  978-84-9703-264-3