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David Roberts, escenografía de la realidad

El 27 de octubre de 1990 volviendo de un viaje a Madrid tomé un tren Talgo en la Estación de Chamartín. En la librería de la estación compré un libro, Alamut de Vladimir Bartol (Muchnik Editores, 1989). Es una novela (filosófica) sobre la historia del Viejo de la Montaña, Hassan-i Sabbah, el líder de los "hashhashin" (consumidores de hachis, vocablo origen de la palabra asesinos). Se trataba de los nizaríes, seguidores del ismaelismo (secta chiita). Se instalaron en la fortaleza de Alamut (en el norte del actual Irán) y utilizaron el asesinato selectivo en el ámbito del Islam como arma política. Terminaron siendo destruidos por tropas mongolas dirigidas por Hulagu, uno de los nietos de Gengis Kan. Vladimir Bartol, esloveno, pretendió con esta novela (escrita en 1938) poner sobre el tapete el mecanismo de destrucción (y autodestrucción) que acompaña a las ideologías totalitarias y/o excluyentes.

Confieso que en la compra del libro influyó mucho su portada. Era una pintura de una escalera en una montaña con un arco (una especie de puerta al final). En la escalera había unos hombres con ropas orientales sentados tranquilamente, en lo alto había un hombre a punto de franquear la puerta. Resultaba sugerente y, al parecer, apropiada al tema de la novela. En realidad no tenía nada que ver. Era un dibujo realizado por David Roberts en 1839 en la montaña del Sinaí que retrata el camino tradicional (el “naqb” de Moisés) de ascenso a la montaña sagrada.

David Roberts, 1844. Calotipo de David Octavius Hill. Library of Congress.
David Roberts (1796 -1864) nació en un pueblo cerca de Edimburgo. Su padre era zapatero. Tuvo afición por el dibujo desde niño. No quiso ir a la escuela, fue aprendiz de un pintor (de brocha gorda). En 1816 se unió a una compañía de pantomimas itinerantes. Con ellos aprendió a pintar cuadros en gran escala (para los decorados de las obras de teatro) y, sobre todo a controlar las texturas de los paisajes. Según él mismo se hizo especialista en lo que llamaba “perspectiva aérea”, un dibujo sin líneas precisas. En 1823 se instaló en Londres y trabajó para el teatro Drury Lane. Era un pintor que controlaba las luces y las sombras y, sobre todo, su dibujo minucioso lo hacía ideal para las composiciones arquitectónicas.

Puerta de Bibarrambla, Granada. David Roberts. Biblioteca Nacional de España.
Ya siendo un artista célebre, en 1832 viajó a España, Portugal y Marruecos. Hay dibujos suyos digitalizados por la Biblioteca Nacional (de España). En 1838 comienza el viaje de su vida. Fue a Egipto, visitó Karnak y Luxor, El Cairo y las Pirámides. El virrey de Egipto, Mehmet Alí le dió permisos especiales para dibujar en el interior de mezquitas. Después se unió a un grupo que iba a Tierra Santa a través de Petra, pasaron por el monasterio de Santa Catalina del Sinaí (donde estuvieron diez días). Más tarde fue a Jerusalén, Galilea y a la costa, Tiro, Sidón y las ruinas romanas de Baalbek.

Interior Monasterio de Santa Catalina del Sinaí. Viviendas de los monjes en primer plano, pozo de agua en la esquina inferior izquierda. al fondo (los montes) Gebel Meraja y Gebel el Dier. David Roberts. Library of Congress.
Desde el Líbano navegó hasta Alejandría. El cónsul británico le recibió y le dio la posibilidad de ir a una reunión con Mehmet Alí en su palacio de verano. En esa reunión también estuvo presente el vicecónsul, Thomas Fletcher Waghorn. Este último era un personaje muy interesante, trabajó incansablemente por establecer una ruta de Gran Bretaña a la India a través de Alejandría (ruta terrestre) y el Mar Rojo. Fue un pionero en la organización de viajes para los victorianos adinerados. Se adelantó, e inspiró, a Thomas Cook y el propio constructor del canal de Suez, Lesseps, le rindió homenaje.

Entrevista con el Virrey de Egipto. Sentados de izquierda a derecha, el Jedive Mehmet Ali, el cónsul británico Barker, Thomas Fletcher Waghorn y el propio David Roberts. Dibujo de David Roberts, litografia de Louis Haghe. Library of Congress.
Volviendo a David Roberts. Terminó su viaje llegando a Londres el 21 de julio de 1839. Entonces comienza el principio de su fama real. Logra publicar los dibujos en tres volúmenes (editor F.G.Moon) y con litografías realizadas por Luis Haghe. Promocionó el libro con exposiciones en varias ciudades y recibió peticiones para el doble de los volúmenes previstos. Y eso que su precio era enorme, 52 libras esterlinas y 10 chelines (aproximadamente 2.300 euros). La lista de suscripciones contenía 634 nombres. Más tarde se sacaron ediciones baratas. El crítico de arte John Ruskin, con su pasión por el arte medieval, lo elogió con entusiasmo. 

Jerusalen, 09/04/1839. David Roberts. Litografia Louis Haghe, 1842. Library of Congress
Más tarde su prestigio declinó. Sin embargo, en el siglo XX, surgió una especie de “revival” del interés por sus dibujos. En realidad, lo que terminó ocurriendo es que el “aire” del mundo que retrató, el de Oriente Medio y Egipto, es el que había permanecido en la memoria colectiva. Creo que sus dibujos son la prueba de que la realidad que percibimos está mediatizada por nuestro imaginario. Estos dibujos recrean por un lado una cierta realidad idealizada pero, por otro, representan la “Jerusalén celeste”, la Nueva Jerusalén que desciende de los Cielos en el Apocalipsis. A ello contribuye el aire difuso de los dibujos y ahí es donde radica la clave de su éxito. Tal vez David Roberts tenía en su mente los versos de William Blake, “… Hasta que hayamos construido la nueva Jerusalén, en los verdes y placenteros campos de Inglaterra”. 


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