Ir al contenido principal

Arthur Wellesley, Duque de Wellington

Sir Arthur Wellesley (1769-1852), Duque de Wellington, nació en Irlanda, en una familia de la baja nobleza, estudió en Eton y entró en el ejército británico en 1787. Se incorporó en 1797 al ejército de la Compañía Británica de las Indias orientales (EIC). En 1798 estalló la cuarta y última guerra Anglo-Mysore; el ejército de la EIC, con su fiel aliado el Nizam de Hyderabad, derrotó a Tipu, sultán de Mysore. Wellington participó en el asedio y asalto de Seringapatam (Srirangapatna), la capital de Mysore. En 1803 empezó la tercera guerra con el imperio maratha (confederación maratha para los británicos). Wellington que ya había demostrado su valía logró una victoria sobre los marathas en Assaye. El propio Wellington, vencedor en Waterloo contra Napoleón, consideraba esta batalla de Assaye su mejor logro. Por otra parte muchos consideran su victoria en Los Arapiles (en 1812, al lado de Salamanca) su “obra maestra”


Wellington en Waterloo. Robert Alexander Hillingford
Merece la pena examinar la forma de trabajar de Wellington y qué efectos tuvo sobre sus éxitos militares analizando estas dos batallas. John Keegan en “La máscara del mando” (Turner, 2015) dedica un capítulo a Wellington. Curiosamente lo titula “Wellington: el antihéroe”. Era un hombre con una enorme energía (en Waterloo durmió 9 horas en los cuatro días que duró la batalla), dotado de un gran sentido común y, sobre todo, un tipo minucioso y rutinario. Por otra parte, tenía un temperamento explosivo que contenía tras unos modales de “gentleman”
Batalla Assaye. Joseph Constantine Stadler. 1815. National Army Museum, Londres.
En los asuntos militares controlaba personalmente los tres parámetros fundamentales: los movimientos, la inteligencia y las operaciones. 
El control de los movimientos está relacionado con la logística y la situación de las unidades. Era muy consciente de la velocidad a la que podían operar  los ejércitos de su época, que obviamente, dependían de la tracción animal. Era un magnífico jinete, lo cual le permitía moverse con rapidez y soltura por el campo de batalla y sobre todo por el reconocimiento previo del terreno. 
El segundo parámetro, la inteligencia está relacionada con la información sobre el enemigo y el control topográfico. Tanto en la India como en España no había buenos soportes cartográficos, esto le exigía estudiar la realidad topográfica. 
Una de sus soluciones habituales consistía en lograr esconder las tropas aprovechando colinas y lomas en la parte opuesta al enemigo. Se trataba de lograr ocultar reservas que se pudieran utilizar por sorpresa en los momentos clave. España era un terreno idóneo para este tipo de actuación. 
En tercer lugar las operaciones. Dirigirlas requería poco tiempo, dependía de los movimientos que hubiera hecho el ejército y del análisis de la información recogida.  Wellington era cauteloso, pero cuando entraba en acción podía estar en todas partes. Por ejemplo, en Waterloo hubo momentos en que se tuvo que refugiar en cuadros (cerrados) de infantería acosada por los coraceros franceses. El conocimiento directo de la evolución de las operaciones era fundamental para no cometer errores. Ello no garantizaba la victoria pero sin datos no pueden tomarse decisiones.


En la batalla de Assaye (a 300 kilómetros de Bombay hacia el interior), el 23 de septiembre de 1803, hubo dos cuestiones fundamentales. Primero el reconocimiento personal del terreno por parte de Wellington que le permitió comprobar la existencia de un vado en el río Kaitna (entre dos aldeas, Waroon y Peepulgaon). Este vado le permitió desplegar tropas a ambos lados del río (al principio estaban a sur del río) y entre éste y el río Juah (que corría en paralelo). 
En segundo lugar no esperar. Atacó en cuanto tuvo contacto con el enemigo. El ejército maratha, comparativamente enorme comparado con las tropas de la Compañía, incluía caballería ligera, infantería irregular y el personal del campamento. Sin embargo solamente eran de temer los magníficos regimientos regulares marathas y la artillería. Avanzando sorpresivamente por el pasillo entre los ríos, la batalla se ganó por la infantería (apoyada por artillería) en el centro y por la caballería atacando por la derecha y rompiendo el frente maratha.

Campañas de Wellington en España.
Cuando volvió a Europa se convirtió en asesor militar del primer ministro Castlereagh. Aportó la idea estratégica fundamental en la guerra contra Napoleón en la península Ibérica. Utilizar la fuerza naval para apoyar al ejército británico creando una base de operaciones en Lisboa, blindando el estuario del Tajo. Desde esta base, y con las fortificaciones de Torres Vedras, un inmenso sistema defensivo que aseguraba Lisboa, realizó en los años 1812 y 1813 las incursiones que quebrantaron los ejércitos franceses en España. Es preciso recordar que los ejércitos regulares, españoles (primero) y combinados (con ingleses y portugueses  después) no habían logrado derrotar a los franceses salvo en Bailén (18-22/08/1808). De hecho esta batalla confundió a los generales españoles. Dupont fue derrotado al mover sus tropas de una forma que benefició decisivamente a Castaños. El propio Wellington comentó que  “Bailén estaba siempre en la cabeza de los oficiales españoles. Siempre intentaban la misma maniobra y rodear al enemigo”; nunca dió resultado otra vez. El éxito en la lucha contra los franceses vino de la reacción popular, los “guerrilleros”. Ellos consiguieron que el dominio francés no se extendiera más allá de lo que alcanzaban los mosquetes de los centinelas.

En el verano de 1812 el ejército combinado mandado por Wellington entró en España por la zona de Salamanca. Hostigó a los franceses y terminó enfrentándose a un potente ejército en Los Arapiles el 22 de julio de 1812. Fue una batalla de nervios, los ejércitos marcharon un tiempo en paralelo. La vanguardia francesa cometió el error de desplegarse pensando erróneamente atacar a la vanguardia de Wellington. Éste, sin embargo, había escondido un despliegue en escuadra que creaba una tenaza. Cuando cerró la tenaza, el ala francesa aislada fue destruida; la intervención de la caballería fue decisiva. A partir de ese momento el resto del ejército francés intentó atacar pero fue rechazado. Finalmente, se retiraron. Wellington, a pesar de que tenía disponible caballería (entre ellos 1.000 lanceros charros de Julián Sánchez), renunció a la persecución. Algunos comentaristas dicen que impresionado por la cantidad de bajas en la batalla, en todo caso las tropas estaban exhaustas. Fue una victoria sin paliativos pero, a pesar de que se entró en Madrid, hubo que retirarse a las bases portuguesas ante el contraataque francés. Al año siguiente una nueva ofensiva condujo a otra derrota francesa en la batalla de Vitoria el 21 de junio de 1813. Ludwig van Beethoven compuso ese mismo año “Wellingtons Sieg” (opus 91) para celebrar la enésima victoria de Wellington. El 31 de agosto de 1813, en la cruenta batalla de San Marcial (en el Bidasoa), Soult fue totalmente derrotado (por tropas  españolas) y los franceses salieron definitivamente de España.