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Pierre Menard, la alegre fogata

Jorge Luis Borges tuvo un accidente el día de Nochebuena de 1938. “Subía corriendo una escalera, y de pronto sentí que algo me raspaba la cabeza. Había rozado la arista de un batiente recién pintado. A pesar de que fui atendido en seguida, la herida se infectó y pasé alrededor de una semana sin dormir, con alucinaciones y fiebre muy alta. Una noche perdí el habla y tuvieron que llevarme al hospital para una operación urgente. Tenía septicemia, y durante un mes me debatí entre la vida y la muerte”. (Jorge Luis Borges, Autobiografía, 1970).
Al recuperarse, temiendo haber perdido la razón, decidió probar algo que hasta entonces no había hecho; escribir un cuento. El resultado fue Pierre Menard, autor del Quijote. Tal y como lo califica Borges es un producto híbrido entre el ensayo y un verdadero cuento. El cuento se publicó en la Revista Sur en mayo de 1939.
Pierre Menard… se basa en la correspondencia de Borges con un ficticio novelista francés. En su momento se pensó, erróneamente, que Pierre Menard era una persona real. En el relato se reseña la obra conocida (visible) de Menard. Esta obra revela su afinidad con los simbolistas, su condición de traductor (del español) y su interés por Descartes, Leibniz, John Wilkins y Ramon Llull. Pero también hay una obra invisible (subterránea, según Borges); “consta de los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Don Quijote y de un fragmento del capítulo veintidós”
Era un delirio, un “dislate”, quería confeccionar el Quijote. No hacer una copia sino lograr escribir “unas páginas que coincidieran —palabra por palabra y línea por línea— con las de Miguel de Cervantes”
John Wilkins. Pintado por John Greenhill, c. 1670. Wadham College.
El análisis más sugerente que he encontrado sobre el cuento se lo debo a la profesora Silvia G. Dapia. Su pequeño ensayo Pierre Menard: autor del Quijote comienza con una reflexión sobre la traslación del proceso creativo, o productivo, al proceso de recepción (Hans Robert Jauss). Las tesis relativas a la independencia del texto, una vez creado, aparecieron en la década de 1960. El texto (ya cerrado) funciona hacia el futuro, hacia los lectores. Gerard Genette, el crítico literario francés que quiso ser “el otro Borges”, afirmaba que “el sentido de los libros está delante de ellos y no detrás: está en nosotros”. Genette decía que Pierre Menard puede ser considerado el autor del Quijote “por el hecho de que todo lector lo es”
Borges, en su cuento, presenta dos interpretaciones posibles de la obra literaria, “la interpretación entendida como la búsqueda de la «intentio auctoris» y aquella que considera la inclusión de la «intentio lectoris» como decisiva.” (Dapia).
La primera fue, al principio, considerada por Menard: “Conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918, ser Miguel de Cervantes”. Pero la descartó “por fácil”. Además, era menos interesante que llegar al Quijote sin dejar de ser Pierre Menard.
La segunda opción, la de lector, permite la recreación del texto “ad infinitum”. Cada lector, y cada una de sus diferentes lecturas, crea un texto “nuevo”. Borges dice que Menard emplea “la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”. Sin embargo, uno de sus ejemplos, atribuir a Louis Ferdinand Céline la Imitación de Cristo, fue criticado por Umberto Eco. Eco consideraba “excitante” esta experiencia; pero llegaba a la conclusión de que aparecían demasiadas incoherencias en el procedimiento para resultar aceptable.
Fritz Mauthner
En definitiva, Borges nos mostraría la relatividad de ambas opciones, mediante una “reductio ad absurdum”. En realidad, además, nos encontramos con la intertextualidad, concepto acuñado por Mijail Bajtin, desarrollada por Gerard Genette. El texto de Cervantes sería un hipertexto cuyo hipotexto habría sido confeccionado por “Cide Hamete Benengeli”, según se describe en el capítulo IX de la primera parte del Quijote: “Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con carácteres que conocí ser arábigos”. (Don Quijote de la Mancha, edición Francisco Rico).
De esta forma Pierre Menard construye un hipertexto, cuyo hipotexto es el propio Quijote, y, a su vez, Borges crea un hipertexto sobre el Quijote de Menard, convirtiendo este último texto en su hipotexto. Añado que George Steiner (1929-2020), el crítico literario de The New Yorker, publicó un libro en 1975, After Babel (Después de Babel). Este libro es una reflexión sobre la traducción, en uno de los capítulos utiliza las traducciones al inglés del cuento de Borges (Pierre Menard…) como instrumento para explicar sus tesis. Podríamos decir que cada traductor crea un nuevo hipertexto sobre el texto traducido.
Ludwig Wittgenstein
Pero el ensayo de la profesora Dapia nos reserva una sorpresa más. Hemos hablado de la obra invisible, el Quijote de Menard. Pero la obra visible contiene entre otras obras:
“… c) Una monografía sobre «ciertas conexiones o afinidades» del pensamiento de Descartes, de Leibniz y de John Wilkins (Nîmes, 1903). 
d) Una monografía sobre la Characteristica universalis de Leibniz (Nîmes, 1904).
f) Una monografía sobre el Ars magna generalis de Ramón Llull (Nîmes, 1906)…” (Ficciones, Borges).
El hecho de que en la lista consten Descartes, Leibniz, Wilkins y Llull se explicaría (Dapia) por la obra de Fritz Mauthner (1849-1923). Mauthner publicó en 1910 un Diccionario de Filosofía. Borges escribió una reseña de la revista Hogar, el 30 de abril de 1937, en la que comentaba “Revisando mi biblioteca, veo con admiración que las obras que más he releído y abrumado de notas manuscritas son el Diccionario de la filosofía de Mauthner, El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer, y la Historia de la guerra mundial de B. H. Liddell Hart”.
El subtítulo del Diccionario era Nuevas aportaciones a la crítica del lenguaje. La tesis de esta obra sería “que el lenguaje (o pensamiento), más que describir el mundo como es y reconstruir el «catálogo» del mismo, crea, aplicando sus categorías ordenadoras sobre nuestras percepciones, los objetos que luego tomamos, sin embargo, por realidad”. (Dapia).
Los pensadores citados, Descartes, Leibniz o Llull creyeron que, mediante el lenguaje, “el hombre tiene acceso a la realidad” cuando lo único que hacemos es proyectar las categorías, que el lenguaje nos ha permitido construir, para tener un modelo de interpretación del mundo. Dicho modelo está inevitablemente alejado de la realidad, que es inaprehensible. 
Ramon Llull
“El extraño Llull vislumbró la construcción de una máquina de pensar; Leibniz, el matemático, introdujo el análisis combinatorio y abrigó, por mucho tiempo, la esperanza de inventar la máquina de pensar. Ninguno de los dos se dio cuenta de que una máquina cuyo repertorio de signos era alimentado por recuerdos pasados no podía producir nunca nuevas ideas futuras”. (Mauthner, traducción de Dapia).
Fritz Mauthner, no muy conocido, fue citado por Ludwig Wittgenstein en el Tractatus (1923): “4.0031 Toda filosofía es «crítica lingüística». (En todo caso, no en el sentido de Mauthner)”.
El comentario, desde luego, es condescendiente. Mauthner tuvo que influir necesariamente en Wittgenstein. En todo caso, creo que Mauthner era mucho más radical que Wittgenstein; esto explicaría el comentario en el Tractatus. Por otra parte, es posible que Wittgenstein tuviera cierto temor hacia sus propias tesis. Es revelador que sus trabajos posteriores, después de la segunda guerra mundial, matizaran esas tesis. Recordemos que los integrantes del “Círculo de Viena”, que se basaron en el Tractatus para realizar su famosa declaración (1929) de que “la metafísica es una rama de la literatura fantástica”, no lograron que Wittgenstein aprobara sus afirmaciones.
Borges siempre estuvo obsesionado por la búsqueda del “catálogo del mundo”. Dapia recuerda que en El idioma de los argentinos (1928) y en el cuento La biblioteca de Babel (1941) Borges hablaba de la búsqueda de un lenguaje universal que permitiera abrirnos la explicación de la realidad. 
Ars Magna. Ramon Llull
Dapia termina su texto: “Pierre Menard, estudioso de Leibniz, Wilkins y Llull, creyó que se podía descubrir el sentido de una obra literaria buscando la «intención del autor» o bien, luego, a través del mundo del lector, sin darse cuenta de que el sentido de una obra literaria no existe, así como el «catálogo» que contiene el mundo permanece inaccesible al hombre”
Una curiosidad, la primera traducción al inglés de Pierre Menard, autor del Quijote la realizó Anthony Bonner en 1962. Esta traducción es comentada (junto a la de James Irby, 1964) por George Steiner en la obra arriba citada. Steiner cita una nota que Borges añadió al cuento:
“Recuerdo sus cuadernos cuadriculados [los de Pierre Menard], sus negras tachaduras, sus peculiares símbolos tipográficos y su letra de insecto.
En los atardeceres le gustaba salir a caminar por los arrabales de Nîmes; solía llevar consigo un cuaderno y hacer una alegre fogata”. (Ficciones, Borges).
Steiner (After Babel) dice: “Irby qualifies the bonfire in which Menard burned his papers as ‘merry;’ Bonner as ‘gay.’ There are two psychologies here, two Christmases, two visions of heresy and of the Phoenix”.
(Traducción: “Irby califica la hoguera en la que Menard quemó sus papeles de «merry»; Bonner, de «gay». Hay aquí dos psicologías, dos Navidades, dos visiones de la herejía y del fénix”).
Me ha parecido que la elección de palabras no es baladí, pero en un sentido diferente al aportado por Steiner. En el idioma inglés conviven dos orígenes etimológicos, el sajón y el normando (occitano); este último a causa de la invasión de Inglaterra, el 14 de octubre de 1066, por parte de Guillermo el Conquistador, duque de Normandía. A partir de ese momento, vocablos de claro origen francés se incorporaron al idioma inglés.
Recreación de la "máquina de pensar" de Leibniz
James Irby traduce “alegre” por “merry”. Etimológicamente esta palabra vendría del sajón “myrge” que, a su vez, tiene sus raíces en el alto alemán.
Por su parte Anthony Bonner utiliza la palabra “gay” que tiene un nítido origen occitano (gai saber). Y, además, creo que más apropiada (que la de Irby) a la “hoguera de Menard” por su carácter metafórico y por el detalle, no menor, de que Nîmes está en la Occitania. Otra puntualización, Nietzsche decía (La gaya ciencia) que el momento en que “la risa va unida a la sabiduría” se llega a “la gaya ciencia”.
Años más tarde Anthony Bonner terminó convirtiéndose en un especialista de referencia en la obra del mallorquín Ramon Llull. Llull escribió en latín, árabe y, por supuesto, en catalán medieval, relacionado íntimamente con el occitano. Conscientemente, o de forma inconsciente, Bonner tradujo “alegre” por “gay”. Estaba configurando su propio futuro. A veces hay quiebras en el aparente, para nosotros, caos del universo y se revela el orden que subyace.